La responsable de la tuberculosis (TB) es la bacteria denominada Mycobacterium tuberculosis. La infección por tuberculosis se produce cuando una persona respira las partículas que quedan en suspensión cuando alguien con la enfermedad activa tose o estornuda. Estas partículas en el aire pueden seguir siendo infecciosas durante varias horas en los lugares húmedos y con poca ventilación y sin luz solar directa, como las viviendas precarias abarrotadas de personas o las cárceles. La infección por tuberculosis no siempre da lugar a la enfermedad activa. La mayoría de las personas sanas son capaces de vencer o contener a la bacteria. Una persona con la infección por tuberculosis, pero sin la enfermedad, no puede transmitirla. Solamente alguien con tuberculosis pulmonar activa puede hacerlo. En general, solo una pequeña proporción (5–15%) de los 2000–3000 millones de personas que se estima que están infectados por tuberculosis llegará a desarrollar la enfermedad a lo largo de su vida. No obstante, si el sistema inmunológico de la persona se debilita, es mucho más probable que la bacteria de la tuberculosis se multiplique, se extienda y provoque la enfermedad activa. Normalmente la enfermedad afecta a los pulmones (tuberculosis pulmonar), pero también puede afectar a otras partes del cuerpo (tuberculosis extrapulmonar). La infección por el VIH es el mayor factor de riesgo para que de la infección por tuberculosis se pase a la enfermedad. La desnutrición, la diabetes, el consumo de drogas, un consumo excesivo de alcohol, la silicosis, el cáncer o su tratamiento, y una edad avanzada son otros de los factores de riesgo.
La tuberculosis, responsable de más de un tercio de las muertes asociadas al sida en 2015, es la principal causa de muerte entre las personas que viven con el VIH. Casi el 60% de los casos de tuberculosis asociados al VIH en todo el mundo ni se diagnostican ni se tratan.
Cada vez hay disponibles más de las nuevas pruebas moleculares para el diagnóstico de la tuberculosis, que además son más rápidas y precisas que las pruebas en microscopio tradicionales. Con ellas también se pueden detectar las formas de tuberculosis resistentes a los fármacos. La prueba con tira reactiva al lipoarabinomannan (LAM) en la orina puede ayudar a diagnosticar la tuberculosis entre las personas que viven con el VIH en una fase avanzada de la enfermedad (<100 células CD4/mm3). Pese a estos avances, sigue siendo difícil diagnosticar la tuberculosis en las personas que viven con el VIH y en los niños. Los algoritmos clínicos, incluyendo los rayos X, se pueden usar para determinar cuando está indicado un tratamiento para una presunta tuberculosis cuando no hay una prueba positiva de la enfermedad.
Si no se trata, la tuberculosis puede acabar rápidamente con la vida de una persona que vive con el VIH. El tratamiento para la tuberculosis sensible a los fármacos consiste en seis meses de tratamiento diario con cuatro antibióticos distintos. La tolerancia es buena, es efectivo, relativamente asequible (al rededor de 100–1000 USD de coste total, dependiendo del país) y se puede combinar con el tratamiento antirretrovírico de manera segura.
El tratamiento para la tuberculosis resistente a los fármacos es más complicado y caro, requiriendo de tres a seis fármacos antituberculosos de segunda linea durante hasta dos años y, a menudo, con dolorosas inyecciones diarias incluidas. El resultado del tratamiento es peor que el de la tuberculosis sensible a los fármacos debido a los efectos secundarios, incluida la pérdida permanente de audición, y a las interacciones con otros medicamentos. Las personas que viven con el VIH tienen dos veces más probabilidades de morir durante el tratamiento de la tuberculosis que los pacientes seronegativos.
Lo que ONUSIDA hace al respecto
ONUSIDA actúa a nivel regional y nacional para que los países, de acuerdo a la declaración política de las Naciones Unidas para poner fin al sida de 2016, logren cumplir el compromiso de reducir en un 75% (sobre la base de 2010) las muertes relacionadas con la tuberculosis entre las personas que viven con el VIH para 2020. Esto se logra mediante la movilización de recursos y la asistencia técnica, y al asegurarnos de que los programas para la tuberculosis y los del VIH trabajan en estrecha colaboración para prevenir, encontrar y tratar eficazmente el VIH y la tuberculosis.