Reportaje
“Un diagnóstico de VIH no debería ser una condena: solo es un diagnóstico”
01 de marzo de 2022
01 marzo 202201 marzo 2022Nargis nació en Dusambé, Tayikistán, en el seno de una familia grande.
Nargis nació en Dusambé, Tayikistán, en el seno de una familia grande. La vida no era fácil y la enviaron a un internado para familias con ingresos bajos. Su asignatura favorita era educación física y destacaba especialmente en natación y baloncesto. Esperaba, tras graduarse con un título en educación física en 1991, poder continuar sus estudios de formación profesional.
Sin embargo, como consecuencia de la agitación política en su país, no pudo continuar sus estudios. “Lloré durante seis meses: era muy importante para mí seguir estudiando, pero, en lugar de llevarme a un centro de formación profesional, mis padres concertaron mi matrimonio. No tenía ni 16 años entonces”, relata Nargis. Cuando tenía 17 años, dio a luz a su primer hijo. Cinco años después, cuando estaba embarazada del segundo, se enteró de que su marido estaba involucrado en tráfico de drogas y este acabó en prisión.
Desde entonces, Nagris ha tenido que cuidarse a sí misma y a toda su familia. Encontró trabajo en un casino. Estaba bien pagado, pero allí empezó a consumir drogas. “Era tímida, así que, para relajarme, tomaba drogas. A partir de entonces, me volví adicta. Ni siquiera soy consciente de cómo sucedió”, recuerda.
Finalmente la echaron del trabajo por su drogadicción y tuvo que buscar otras formas de sobrevivir.
Nargis estuvo drogándose durante 14 años, pero comenzó la terapia de sustitución de opiáceos tan pronto como estuvo disponible en su país. “Cuando tomaba metadona, me contrataron como consultora. Trabajaba con consumidores de drogas y con personas que vivían con el VIH. Trabajaba como asesora en varios proyectos de prevención del VIH”, dijo Nargis.
Nargis siguió tomando metadona hasta mayo de 2021. “El año pasado tuve que dejar de tomar metadona porque entré en prisión y ahí no podía conseguirla. Fue muy duro, pasé ahí varios meses, pero gracias a ello salí de la metadona y, por ahora, no he recaído.”
Nargis fue condenada en virtud del artículo 125 del Código Penal de Tayikistán, que señala que es un delito contagiar o poner a alguien en riesgo de infección por el VIH. De conformidad con este artículo, las fuerzas del orden inician procesos penales contra personas que viven con el VIH simplemente sobre la base del peligro potencial de transmisión del VIH o simplemente por su estado seropositivo.
“Llevo en terapia antirretroviral desde 2013. Nunca la he dejado. Tengo una carga viral indetectable. Nadie me denunció. Ni he infectado a nadie. La acusación se basó en la nota de un hombre que conocía porque estábamos saliendo”, dijo Nargis.
La ley no tiene en cuenta el consentimiento informado de la pareja sexual, el riesgo de transmisión del VIH ni si la persona que vive con el VIH toma precauciones contra su transmisión. Además, la legislación no determina cómo las personas que viven con el VIH deberían declarar su estado serológico. Como consecuencia, todas las personas que viven con el VIH y mantienen relaciones sexuales pueden tener que responder penalmente.
Nargis explicó la vergüenza que le hicieron sentir. Las fuerzas del orden llamaron a todo el mundo: mis médicos, compañeros, parientes... les contaron mi diagnóstico de VIH, les preguntaron qué tipo de relación teníamos y me deshonraron.
“El artículo 162 del Código de Salud da a los médicos el derecho a revelar información sobre el estado de los pacientes seropositivos cuando así se lo soliciten las autoridades, sin que exista para ello ninguna justificación. Algunos de los casos penales iniciados de acuerdo con el artículo 125.1 comenzaron después de que las clínicas revelaran información sobre el VIH a las autoridades. Durante la investigación y el juicio, no se garantizaron los derechos de intimidad de la defensa en relación con su estado serológico, ya que los investigadores, funcionarios, letrados y magistrados pudieron solicitar información médica sin garantías de acuerdo con lo establecido en el Código de Salud”, señala Larisa Aleksandrova, abogada.
Nargis es libre ahora, pero señala que ha tenido suerte. “Me dejaron el libertad por una amnistía que se aprobó en celebración del trigésimo aniversario de la república.”
Ha salido de prisión, pero aún hay decenas de personas condenadas por el artículo 125. Ahora que todo el mundo sabe que vive con el VIH, Nargis está dispuesta a luchar sin descanso por el derecho a vivir, trabajar y amar, con independencia de su estado serológico.
Nargis sigue trabajando como asesora voluntaria sobre prevención del VIH. Tiene muchos planes, pero la causa por la que lucha fundamentalmente es la revisión de los artículos que criminalizan la transmisión del VIH en Tayikistán.
“Siempre digo que tendría que haber más información sobre el VIH y la gente que vive con él, para que no nos tengan miedo como hasta ahora. Ahora todo ha cambiado: hay tratamiento y prevención. “Un diagnóstico de VIH no debería ser una condena: solo es un diagnóstico”
La mayoría de países de Europa oriental y Asia central tienen tipos penales y diferentes tipos de castigo, entre ellos la pena de prisión, por ocultar el origen de una infección por el VIH, por poner a alguien en riesgo de infección por el VIH o por transmitirlo. La criminalización del VIH afecta enormemente a las poblaciones marginadas, especialmente a las mujeres. Las mujeres tienen más probabilidades de conocer su estado serológico cuando acceden a la atención sanitaria, por ejemplo, por el embarazo, y tienen más posibilidades de verse criminalizadas y castigadas.
“Estamos seguros de que las leyes que criminalizan el VIH son contraproducentes y, en lugar de ayudar, afectan negativamente a los esfuerzos por prevenir nuevas infecciones por el VIH. Esperamos que pronto, con la consolidación de los esfuerzos de los gobiernos y administraciones públicas, sea posible revisar estas leyes retrógradas teniendo en cuenta los últimos datos sobre el VIH, que permiten que las personas que viven con el VIH o aquellas que se encuentran en riesgo de infección puedan tener una relación más abierta con sus organizaciones médicas, informarles sobre su estado serológico y usar servicios médicos asequibles”, señala Eleanora Hvazdziova, directora a.i. del Equipo de Apoyo Regional de ONUSIDA en Europa oriental y Asia central.