Reportaje

Modelizando el extremo: muertes relacionadas con la COVID-19 y el sida

25 de mayo de 2020

Kimberly Marsh, asesora superior en materia de modelización y epidemiología, lleva seis años trabajando en ONUSIDA. Colabora con los países ayudándolos a estimar el impacto mundial y regional de la epidemia del VIH.

¿Qué más nos puede contar sobre el último informe de modelización? Examina las distintas situaciones posibles en la era de la COVID-19 en el África subsahariana, ¿no es así?

Los modelos se centraban en las posibles interrupciones que podrían sufrir los servicios del VIH como consecuencia de la pandemia de la COVID-19. Dichas alteraciones podrían afectar negativamente a la incidencia del VIH (el número de nuevas infecciones por el VIH) y al número de muertes relacionadas con el sida, excesivas respecto a las que podríamos haber visto de no haberse producido la pandemia de la enfermedad del coronavirus.

Se trata de una cuestión que nos importa especialmente, porque sabemos que más de dos tercios de las personas que viven con el VIH en todo el mundo habitan las regiones del África subsahariana. Así, en 2018, hablamos de 25,7 millones de personas que viven con el VIH, 1,1 millones de nuevas infecciones y alrededor de 470 000 muertes relacionadas con el sida. Entre quienes viven con el VIH en estas zonas, el 64 % de las personas siguen una terapia antirretroviral que salva vidas y que, además, evita futuras nuevas infecciones por el VIH.

Por ello, es realmente importante que seamos capaces de garantizar su acceso a los servicios. En los modelos, nos fijamos en las interrupciones de los servicios: un parón total de todos los servicios relacionados con el VIH durante tres y seis meses. Y estudiamos el impacto que ello tendría en un año y en cinco años. Eso sí, no hay que olvidar que hablamos de escenarios y que son escenarios extremos. No esperamos que esto suceda de hecho, pero nos ayuda a responder a dos grandes preguntas. Primero, ¿qué servicios relacionados con el VIH son los más importantes para evitar futuras muertes y acabar con las nuevas infecciones por el VIH? Y segundo, ¿qué podría pasar si no mitigamos o abordamos estas interrupciones?

 

Y de todo este ingente trabajo, ¿qué dos conclusiones clave se extraen?

El trabajo de modelización predijo que, si los tratamientos del VIH se interrumpían durante seis meses, en el África subsahariana se producirían 500 000 muertes más. Así que, cuando nos fijamos en las estimaciones de ONUSIDA para las muertes relacionadas con el sida a lo largo del tiempo, nos situaríamos de nuevo alrededor de 2008, cuando hubo casi un millón de muertes.

No cabe duda de que el tratamiento para el VIH es fundamental. Ahora mismo, lo más importante que los países pueden hacer para evitar el aumento de muertes y de la incidencia del VIH es garantizar que las personas que necesitan tratamiento para el VIH dispongan de las dosis necesarias para tres y seis meses. Todos los países deberían trabajar para asegurar que las cadenas logísticas de suministro les proporcionen las medicinas suficientes que tienen que distribuir, de manera que todas las personas tengan la medicación necesaria y que la puedan seguir tomando en los próximos meses.

Lo segundo que cabe decir es que estamos ante proyecciones y que, por tanto, todavía tenemos tiempo de garantizar que las personas reciban los tratamientos que necesitan para el VIH.

Evitemos lo que este modelo predice que podría pasar, y consigamos la medicación para las personas que viven con el VIH.

¿Qué puede decirnos sobre la prevención del VIH? ¿Influye realmente la disponibilidad de los preservativos?

Nuestros modelos demostraron que, con respecto a los servicios de prevención, la disponibilidad de los preservativos influye en los resultados. Es importante aclarar que lo fundamental es, ante todo, un plan de tratamiento, pero que hay cosas como el acceso a los preservativos que son importantes. Detectamos que, al año, habría un aumento relativo de un 20-30 % en la incidencia del VIH si los preservativos dejaran de estar disponibles durante seis meses. Se trata, en definitiva, de algo en lo que deberíamos centrarnos.

¿Nos cuenta algo más sobre el impacto que tiene en sus escenarios la transmisión maternoinfantil del VIH?

En nuestros escenarios, observamos a lo que podría llevar tanto la interrupción de los servicios relacionados con las pruebas del VIH como el hecho de que las mujeres no dispusieran de la medicación necesaria para no transmitirles el VIH a sus hijos. Y lo que los distintos modelos hallaron es que, al retirar estas medicinas (las cuales han tenido un impacto extremadamente importante a la hora de reducir las nuevas infecciones por el VIH en los últimos 5 a 10 años), se observan incrementos de hasta un 162 % en el número de nuevas infecciones del VIH entre niños en determinados países de todo el mundo. Es fundamental mantener la prevención de la transmisión maternoinfantil dentro de los servicios relacionados con el VIH.

Antes ha afirmado que se trata de un escenario extremo, no de una profecía. Aun así, ¿sigue creyendo en la modelización?

Los modelos son esenciales para explorar cuestiones que los países normalmente plantean a ONUSIDA y a la Organización Mundial de la Salud en cuanto al desarrollo de enfoques estratégicos para responder al VIH en sus territorios. Los modelos no son perfectos, pero tienen mucho que decirnos. Además, en esta situación concreta que se nos plantea ahora, ponen de manifiesto algunas de las estrategias realmente importantes para los próximos meses en los que la COVID-19 golpeará, o podría golpear, al África subsahariana.