Prevención del VIH y tratamiento de desintoxicación de las drogas para los reclusos de la República de Moldavia
Las prisiones y otros entornos de reclusión están marginados de los servicios de salud pública, incluidos los programas nacionales contra el sida o la tuberculosis, y con frecuencia quedan sin atención en las respuestas de los países al VIH y la tuberculosis. Se necesitan leyes, políticas y programas de protección para mejorar la salud y la seguridad de los reclusos y de la sociedad en su conjunto.
30 millones de personas permanecen encarceladas cada año en todo el mundo. Según el último informe de ONUSIDA, se calcula que la prevalencia del VIH en las poblaciones de reclusos es diez veces superior a la de la población general. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
La provisión de agujas y jeringuillas limpias en las prisiones es una importante medida de prevención del VIH. La primera vez que se estableció un programa de intercambio de jeringuillas y agujas en la República de Moldavia fue hace 15 años, en la prisión número 18 de Branesti. Los presos trabajan como voluntarios para gestionar puntos de intercambio de agujas y jeringuillas, que son accesibles las 24 horas del día para todos los reclusos. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
En la actualidad, el programa de intercambio de agujas y jeringuillas está disponible en 11 prisiones de la República de Moldavia y suministra agujas y jeringuillas limpias a cerca de 10.000 reclusos al año en todo el país. Junto con las agujas y las jeringuillas, los presos tienen acceso a desinfectantes, preservativos y material informativo sobre el VIH y la hepatitis, la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
Los voluntarios Andrei (izqda) y Vasile (dcha), de la prisión número 18 de Branesti (República de Moldavia), ayudan a gestionar el programa de intercambio de agujas y jeringuillas mediante el intercambio por agujas y jeringuillas estériles. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
El tratamiento sustitutivo con opiáceos está disponible en las prisiones de la República de Moldavia desde 2005. Las pruebas muestran que el tratamiento sustitutivo con opiáceos conlleva un ahorro significativo en los objetivos generales de salud pública y tiene como resultado unos entornos más seguros y una vida más larga y de mayor calidad. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
La dosificación de la metadona se lleva a cabo en una farmacia fuera de la prisión de Branesti. Esta rinde estrictamente cuentas de las medidas. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
Las dosis individuales de metadona se guardan en un recipiente que se transporta a continuación al centro médico de la prisión, donde los reclusos reciben su dosis diaria de metadona bajo la supervisión de un médico. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
Un recluso en el centro médico de la prisión número 18 de la República de Moldavia. Solo el 8% de las personas que se inyectan opiáceos tiene acceso a la terapia de sustitución con opiáceos en todo el mundo. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
El ex prisionero Andrei, de 40 años, sigue el programa de tratamiento sustitutivo con opiáceos que comenzó en la cárcel. Afirma que gracias al tratamiento está bien y no se inyecta drogas. Ahora tiene un trabajo y ha formado una familia. Fotografía: ONUSIDA/D. Gutu
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